Crónica de un recital de canciones francesas

I

“plus belle encore que la beaute” (más bella aún que la belleza)…fue la exclamación de Francois Couperin la noche que se dejó penetrar por el éxtasis y la revelación poética que emergió ante él de las propias tinieblas…de las profundidades inalcanzables del alma adquiriendo forma corporal en ese sonido…en esa vibración. Una voz que surge con extrema pureza en medio de las sombras.

Ese sentir…esa autenticidad poética y religiosa que le fuera revelada al poeta, se mantuvo en el tiempo inalterable para que casi un siglo más tarde, retornara en forma de cantos o romances que religaban esta vez al hombre y a su mundo afectivo y amoroso, no con lo inefable, si no con la naturaleza en su conjunto y en su más extraordinaria versión: las pastorales…

De esta manera, la música profana conocida hasta ese entonces como chanson rustíque, -canciones de escandaloso y grotesco contenido- se transfiguró en la voz del amor cortés, en el refinado erotismo cortesano: lamentaciones, reclamos apasionados, canciones estacionales que regían al amor con toda las fuerzas de la naturaleza… en definitiva, obras de innegable belleza que nos permitirán descubrir la exultante vitalidad artística de una época que hallará más tarde su continuidad en la ya acabadísima chanson francese

He aquí pues la flor luminosa de estos cantos…de estas bergerettes o pastorales que como diría el maestro Couperin nos penetran y conmueven al develar el secreto de las sombras… esa luz que es aún “plue bel ancor que la bote” (más bella aun que la belleza),…

II

Estas melodías pastorales que habían recogido toda la luz del sol en las campiñas, fulgurando sobre los campos de trigo, tenían a su vez como recipientes de luz, a los valles suaves y sosegados de los atardeceres. Pero es precisamente en las faldas de las colinas en donde crecen las espigas más hermosas del campo, los nardos azulados, y sus corazones que contienen concentrada toda luz recogida a lo largo de ese tránsito anhelante, para devolver esa misma luz con la llegada de la noche, transformada en aroma delicado, y arrojar así al viento su perfume.

De igual manera el erotismo luminoso de estas romanzas campestres, será transformado con el tiempo, en el delicado aroma que nos embriaga cuando escuchamos la melodía de la chanson francese, que habiendo recogido y concentrado en el tiempo todo el deseo vivo de la luz, arrojaba en el atardecer también su perfume de nostalgia hacia el viento o la mirada. Esta vez además el éxtasis será acompañado e inducido por el ánima exquisita de los poetas franceses del siglo XIX y los movimientos de la vanguardia estética que revolucionaron para siempre el modo de sentir, de amar y de sufrir.

Ya no será pues la tierra, o la naturaleza abrumadora quienes determinarán esa correspondencia amorosa del hombre. Será la profunda levedad del viento. Y si hay algo terrestre, se insinuará apenas en el pasajero rose de la brisa sobre las rosas de la noche… o las ondas estremecidas de un lago. Toda la tristeza recogida en el instante, en la impresión fugaz de una gota de agua o de luz en la mejilla de una muchacha.

He aquí pues a estos poetas… a los amados poetas con sus chansons y sus cadencias apasionadamente refinadas, como la imagen retenida en el alma cuando nos susurran al oído que los caminos del amor son apenas la esencia de un suspiro.